09 Ene ODA A LA VERGÜENZA

La vergüenza no es una emoción que goce de muy buena fama. La esquivamos, no la reconocemos, la negamos,… La pobre es una emoción maldita. Por eso me he decidido a escribirle una palabras de consuelo. No se merece tanto desprecio por nuestra parte.

Oda a la vergüenza

Querida vergüenza: nuestras más sentidas disculpas.

Discúlpanos por odiarte tanto, por repudiarte siempre. Por girarte la cara hasta cuando nos saludas de una forma discreta, por ignorar tus guiños y desearte lejos.

Discúlpanos por enfadarnos tanto contigo aunque sea tan solo tu sombra la que se asome.

Discúlpanos por juzgarnos estúpidos cuando sonrojas nuestra cara, olvidando que nos haces más tiernos, más humanos, más cercanos. Por confundirte con la debilidad y creerte enemiga de la seguridad, tan sobrevalorada a veces.

Discúlpanos por no querer hijos vergonzosos, por no aceptar parejas que tartamudean un poco el primer día que nos conocen.

Discúlpanos por olvidar que luchas para bajarnos de ése ansiado pedestal, el del reconocimiento, el del éxito, el de los superhéroes que en realidad no existen, y que si existieran estarían muy solos ahí arriba.

Discúlpanos por olvidar darte las gracias por todo lo que nos das. Por la prudencia que nos regalas. Por tantas oportunidades de observar antes de hacer. Por obligarnos a parar de vez en cuando, por tu empeño en que aprendamos a esperar sin desesperar.

Por recordarnos que no sabemos de todo y que no sabemos siempre. Por hacernos sentir que los demás nos merecen un respeto, por hacernos responsables en situaciones nuevas y no dejarnos lanzar sin observar antes.

Discúlpanos por no mimarte de vez en cuando. Por no querer conocerte, ni siquiera un poco.

Quizás se trate, como en todo, de buscar el justo equilibrio y pactar contigo cuando te necesitamos y cuando no. Pero para ello debemos quererte un poco más. Debemos de serte agradecidos.

Amalia Gordóvil Merino. Col. 20177

Doctora en Psicología/Psicóloga infanto-juvenil y familiar

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